Miguel es una persona que inspira confianza. Es brasileño, tiene unos 40 años y hace ocho meses que vive en Viladecans. Vino directamente aquí desde su país. Ha estado trabajando en la economía sumergida, en la construcción. No pierde su sonrisa a pesar de haber trabajado en condiciones duras y de forma inestable y de no tener un futuro laboral nada claro. Hemos querido hablar con él para que nos explicara su experiencia de inmigración y su vida en Viladecans.
– Miguel, ¿cómo fue esta decisión de venir a trabajar a España?
– Por información de otras personas, que al final me convencieron para venir. Estoy contento de haber tomado esta decisión, aunque echo de menos a mi familia. Tengo esposa y tres hijos, de 8, 10 y 15 años. Y muchas ganas de verlos.
– ¿Qué tipo de trabajo hacía en Brasil?
– En mi país trabajaba como encargado de almacén, desde hace 20 años en una misma empresa. Dejé el trabajo para venir, buscando una cosa mejor para mí y para mi familia. En Cataluña he estado trabajando en la construcción, en trabajos muy diversos. Aquí, allí… Ahora no tengo nada fijo.
– ¿Pensaba que tendría las dificultades con las que se ha encontrado?
– La verdad es que no. Porque las personas que han venido aquí cuando vuelven no nos cuentan toda la verdad. Nos hacen ilusionarnos, pero después la realidad es distinta.
– ¿Tiene pensado volver?
– Sí. Yo tengo claro que necesito volver porque mi familia aún está ahí. Pero intentaré quedarme unos tres meses más.
– ¿Qué cosas le han sorprendido de la vida en Viladecans?
– Sobre todo el frío, porque yo soy de la región del Centro Este de Brasil, y allí el clima es tropical. Este verano estaban a 40 grados y no suelen bajar de los 35.
– ¿Esta aventura ha valido la pena?
– En parte, sí. Cuando llegué me costó conseguir algo. Pero luego cuando empecé a trabajar, me quedé más tranquilo porque en poco tiempo pude enviar algún dinero para mi familia. Pero todo ha sido muy complicado.
Le deseamos a Miguel un buen año. Pero no sólo esto: que pueda reencontrarse muy pronto con su familia, que todos ellos puedan vivir dignamente donde deseen. Y, por supuesto, nos alegramos de haberle conocido.
Mercè Solé
– Por información de otras personas, que al final me convencieron para venir. Estoy contento de haber tomado esta decisión, aunque echo de menos a mi familia. Tengo esposa y tres hijos, de 8, 10 y 15 años. Y muchas ganas de verlos.
– ¿Qué tipo de trabajo hacía en Brasil?
– En mi país trabajaba como encargado de almacén, desde hace 20 años en una misma empresa. Dejé el trabajo para venir, buscando una cosa mejor para mí y para mi familia. En Cataluña he estado trabajando en la construcción, en trabajos muy diversos. Aquí, allí… Ahora no tengo nada fijo.
– ¿Pensaba que tendría las dificultades con las que se ha encontrado?
– La verdad es que no. Porque las personas que han venido aquí cuando vuelven no nos cuentan toda la verdad. Nos hacen ilusionarnos, pero después la realidad es distinta.
– ¿Tiene pensado volver?
– Sí. Yo tengo claro que necesito volver porque mi familia aún está ahí. Pero intentaré quedarme unos tres meses más.
– ¿Qué cosas le han sorprendido de la vida en Viladecans?
– Sobre todo el frío, porque yo soy de la región del Centro Este de Brasil, y allí el clima es tropical. Este verano estaban a 40 grados y no suelen bajar de los 35.
– ¿Esta aventura ha valido la pena?
– En parte, sí. Cuando llegué me costó conseguir algo. Pero luego cuando empecé a trabajar, me quedé más tranquilo porque en poco tiempo pude enviar algún dinero para mi familia. Pero todo ha sido muy complicado.
Le deseamos a Miguel un buen año. Pero no sólo esto: que pueda reencontrarse muy pronto con su familia, que todos ellos puedan vivir dignamente donde deseen. Y, por supuesto, nos alegramos de haberle conocido.
Mercè Solé
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