Alguien nos dijo una vez que la democracia hay que hacerla con demócratas, con personas que entiendan que no es solo un régimen político, que ser demócrata es, más bien, una forma de vida, el convencimiento de que todos somos iguales ante la ley, siempre y cuando este sentimiento no sea solo un escrito en un papel. El demócrata convencido está de acuerdo con la alternancia en el poder. No actúa como el demócrata converso, cogiendo un cabreo morrocotudo cuando pierde esa capacidad de mando que considera suya por los siglos de los siglos.
Para los conversos, aquellos que tanto criticaron la Constitución cuando se hizo y que ahora parece ser que es única y exclusivamente de ellos. Estos señores, digo, son los que están viendo escándalos inconfesables en los nuevos equipos de gobierno formados después de las últimas elecciones del 24-M.
Es cierto que el señor Zapata escribió unos mensajes impresentables, desagradables, ofensivos, canallas y todos los calificativos denigrantes que a uno se le ocurran. Quien escribe así, aun disfrazándolo de sentido del humor, no puede ser representante de un pueblo. Este señor tiene que marcharse. Algunos otros y por el mismo motivo, también.
Dicho esto, no es de recibo que estos señores que han perdido algunas cotas de poder se consideren, nuevamente, la reserva espíritu-demócrata de occidente y todo lo que no sea gobernar ellos se convierta en un caos irresistible e imposible de gobernar. A esos políticos cabreados porque han perdido, habría que pedirles: Reflexionen ustedes y convénzanse de que lo democrático es respetar la alternancia en el poder, que un hombre solo tiene un voto y que todos los votos tienen la misma calidad. No hay votos aristocráticos en democracia, todos tienen el mismo valor.
Allá donde les toque, hagan buena oposición, sean ustedes muy vigilantes de los comportamientos de quienes gobiernan, vigilen especialmente las manos y las cajas para que nunca estos nuevos gobernantes puedan hacer lo que muchos de entre ustedes han venido haciendo. Este sería un buen servicio a nuestro sistema democrático y a nuestro país, bastante más valioso que el de hacer mucho ruido para desprestigiar al adversario.
Hagan todo aquello que en su mano esté para recuperar la nobleza y la honestidad en la actividad política, conviertan su ejercicio en un servir a los ciudadanos y no en un servirse de ellos.
Fernando Delgado
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