Al escribir sobre un amigo, de los de toda la vida, son muchas las imágenes que me vienen a la cabeza. Empezaré por una, de los lejanos años sesenta, en el barrio de Sales, donde en abril las calles olían a cirio quemado y en mayo a rosas. Era un aula de verano que por techo tenía la hojarasca y por paredes los troncos de los árboles frutales que hacían de un patio grande un hermoso jardín. Tenía la mesa del profesor, una pizarra suspendida por un caballete y pupitres donados de tijera. Una clase de niños asilvestrados, que cuando no estaban contenidos en casa o en la escuela corrían desbocados jugando en aquellas calles sin coches. Uno de esos niños, el que escribe, se agachaba bajo de los pupitres para mirar las espinillas del profesor por la gran curiosidad que le producía la extremada delgadez de aquellas pantorrillas.
El profesor era el Tete, el Atienza, entonces un joven de unos dieciséis años. Delgado, más bien muy delgado, de pelo espeso y rizado. Vestía a la moda de aquellos años, tímidamente hippy con pantalón tejano acampanado, muy acampanado. El resto de la indumentaria a juego, seguro. Pero lo que mejor recuerdo era su gran interés para que aprendiéramos y, como no, su trato afable, simpático y cariñoso. En eso no ha cambiado.
Algunos años después coincidimos de nuevo. Él en el clandestino PSUC y yo en la no menos clandestina Juventud Comunista. Fueron tiempos de reuniones y seminarios en casa de los Comellas, de música y canciones de Paco Ibáñez y Raimon, de ciclostilado y lanzamiento de octavillas a escondidas, de manifestaciones por bemoles como la del 10 de marzo de 1974 por las Ramblas de Barcelona para gritar la tristeza y la rabia por el asesinato-ejecución de Salvador Puig Antic, y a favor de las huelgas de la Elsa, la Forsa, la Roca o la Norma, la campaña a favor de la abstención en el Referéndum de la Reforma Política, las primeras elecciones legislativas y las primeras municipales.
El PSUC ganó en Viladecans y con el Pacto de Izquierdas se formó un gobierno municipal integrado por el PSUC, PSC y PT. Joan Masgrau fue elegido el primer alcalde de la democracia y José Luis Atienza segundo teniente de alcalde. Todo estaba por hacer y se lograron cosas importantes en esa legislatura.
A las puertas de la victoria del año 1982 los vientos sonreían a los socialistas y rompieron el pacto de gobierno. El PSUC siguió gobernando en minoría junto al PT. Se reestructuró el gobierno municipal y Atienza asumió la primera Tenencia de Alcaldía. La nueva responsabilidad le exigía mayor dedicación y pactó media jornada con su empresa y la reducción del sueldo a la mitad. La otra mitad debía compensarla el Ayuntamiento, que sólo cubrió un veinticinco por ciento sobre el total. Se pensaba que no era cuestión de aprovecharse. Así que, en este caso, no se cumplió el tópico tan extendido en nuestros días de que todos los políticos siempre se aprovechan del cargo. Preocuparse por los problemas de sus vecinos le supuso ajustar su nivel de vida y el de su familia.
Entre tanto llegó la crisis y la división de la izquierda. El PSUC se fragmentó y los socialistas empezaron a encadenar victorias. Y como las crisis siempre debilita a los partidos políticos, tocó volver a empezar desde casi cero. Y en este cometido José Luis ha resultado imprescindible. En la travesía del desierto el PSUC primero y Iniciativa per Catalunya después han aguantado y se han recuperado por la voluntad y la tenacidad de unas pocas personas como él, como David, Julia, Miguel y alguno más.
En los años en que Viladecans era un pueblo dormitorio, y carecía de lo más básico para departir buenos ratos con los amigos, era una tentación pasar por casa del Tete y de la Juli para pasar un buen rato hablando de cine, de música, de literatura, de política y de otras muchas cosas. La casa del Atienza y de Julia siempre ha estado abierta para los amigos y para otros muchos también. Estaría muy bien que Viladecans le confiara las llaves de la Casa de la Vila a José Luis. Seguro que sería una casa más de todos.
Torcuato Hernández Requena
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