El pasado 10 de octubre, Pérez Reverte decía en su página con “licencia de corso” una serie de improperios sobre un joven que pasó como un miura, con su Seat negro azabache por su aun alerta capote, pero viendo de cerca la muerte como no la vió en peores situaciones.
Excepto por su mano precisa en la elección de las letras con la que además se gana la vida, coincide mucho la crítica con la que vengo relatando desde hace ya algún tiempo en mi blog.
A 600 Km de aquella curva, en Viladecans, eso pasa con más asiduidad de la que a nadie gustaría. Bajo mi balcón se pueden oír los frenazos a casi a diario, cuando otros incompetentes, seguramente compartiendo las mismas ideas que describía el Sr. Reverte, con la música demasiado alta para apercibirse de los sonidos necesarios para una conducción prudente y más velocidad que la que los idiotas creen poder manejar con seguridad. Esos Faletes que se creen conductores con pericia tan solo porque aún no han segado ninguna vida. Aún.
Quedóse menos irritado por saberse muy leído Don Pérez, pero solo llamó la atención de uno. Uno que a poco le manda al otro barrio, donde todos dicen querer ir un día pero nunca nadie encuentra un buen momento para hacer el viaje.
Yo prefiero quejarme a los que consienten, a los flojos que solo reaccionan cuando hay sangre en la calzada y solo por buscar salir indemnes de eso. A los que se gastan nuestros dineros en señales horizontales que no se molestan en hacer cumplir y poco les importa.
También a los que dicen ser padres de los hijos que con sus skates y sus patinetes, cruzan imprudentemente la calzada, sin asomo de conciencia y que son los que causan los chirridos de los frenazos que antes mentaba, que no ven impasibles sino que no ven, perdidos en su cháchara y su cerveza en la terraza del bar de enfrente. Uno de esos críos, fue advertido por un buen vecino sobre el peligro que corría imprudente mientras este pobre adolescente le gritaba “A muerte”, mientras surcaba con su skate el proceloso asfalto como si de un navío pirata se tratara. El padre, en el bar hacía de todo menos lo que quería aparentar que era velar por su hijo.
Estúpidamente se ríen muchos de las reglas, considerándolas una limitación a las libertades sin pensar que son limitaciones a las barbaridades por un bien común.
Las reglas se establecen por todos (aprenda a votar si se queja) y compromete a los ciudadanos a respetarlas y a las autoridades a hacerlas cumplir.
No están por la labor ni unos ni otros.
Buen juicio, cuando te fuiste si es que estuviste entre nosotros alguna vez.
David Rebollo
Webs mencionadas:
http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/628/el-cretino-de-la-curva/
http://noland-politicamenteincorrecto.blogspot.com/
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