Hace unos días, un gran amigo mío me explicaba que ponía en marcha un nuevo proyecto en su pueblo, en Marruecos. Se trataba de mi amigo Mohammadi que hace ya un tiempo tuvo que volver a su tierra natal por los azotes de la crisis.
Mohammadi y su familia tuvieron que marchar pero se llevaban con ellos un trocito de Viladecans, y así lo han querido dejar patente en su nuevo negocio. Han montado un Café al que han llamado “Viladecans”. Sí, ha querido recordar ese nombre viéndolo cada día cuando va a trabajar. Como he dicho, ellos llevan una parte de nosotros y yo, llevo una parte de ellos en el corazón.
Para mí, es un orgullo que se pasee el nombre de Viladecans por diferentes lugares del mundo así como que haya gente que lo ha adoptado como parte de su identidad.
“Integrar”, esa palabra tan maravillosa que suelen emplear los menos integradores, cuando hablamos de inmigración tiene unos apellidos que son, tolerancia a como son, respeto a lo que piensan y sobre todo un recibimiento adecuado. Esa es la manera de “integrar” no pretendiendo asimilarlos a nuestra cultura rechazando la suya y día a día mutilando su manera de vivir. Sólo hay un límite y ese es el respeto a los derechos humanos, cosa que por cierto creo que es tan o más respetada que por parte de algunos de los que han estado aquí siempre. Cuando viene un vecino a casa lo primero que hacemos es abrirle la puerta y saludarlo. ¿Por qué no con las personas que vienen a nuestras ciudades desde otros lugares?
Pero, con ese ejemplo, me gusta pensar que Mohammadi y su familia forman parte de “los de casa” y son “los de casa” porque mientras estuvieron aquí no sólo contribuyeron a generar riqueza en este país sino que a la vez, Mohammadi era un ejemplo de implicación ciudadana y de convivencia. Para mí, si a alguien no lo puedo considerar como “los de casa” es a esos Pujol, Bárcenas o Millet que se dedican al pillaje sistemático de lo que es de todos aprovechado situaciones de privilegio o a aquellos que trasladan su residencia a cualquier paraíso fiscal para evadir el pago de impuestos.
En Viladecans, tenemos ya hijos y nietos de aquellos marroquíes que venían por los años 70 del siglo pasado a trabajar en el campo y que probablemente sigan siendo musulmanes y tengan una cultura materna magrebí. Eso no quita que son catalanes y han de tener la misma igualdad de derechos pero también, la misma igualdad de oportunidades. Y esa última es tan importante como la primera si no queremos tener una sociedad fracturada. El tratamiento a la situación de las personas que han venido o sus descendientes, es un tema que tenemos que resolver entre todos y todas y no caer en la lectura fácil de “primer, els de casa” sin tener claro quienes son “els de casa”.
Miguel de la Rubia
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