dimecres, 15 d’abril del 2015

Lo que pienso de escribir

Acabo de ver una entrevista a Gabo. Su acento se me pega en la boca como el gusto de un buen café colombiano. Hace un tiempo que escribo. Y digo “tiempo” y no digo “años” ni ninguna fracción de tiempo humana o espacial para que se entienda que ya ni me acuerdo de la primera vez que hice ese viaje a un lugar que no existe para hacer que “algo” existiera. Sobre “escribir” pienso mucho, últimamente incluso recién levantada y temo que ese sea el síntoma de una adicción. Creo que escribir tiene mucho que ver con lo mental. Creo que fue Leonardo quién dijo: “La pittura è una cosa mentale”. Bien, al final todo proviene de un mismo sitio. Quizá el Big Bang, quién sabe. 


El escritor o la escritora es ese viajero que marcha a un lugar que no existe, con un mapa muy antiguo donde los ríos son ancestrales y el idioma se parece más al vuelo de las aves que a las palabras. Se marcha y es difícil el camino. El escritor después de subir una montaña, la baja y se da cuenta de que no era lo que esperaba y la borra del mapa. Ese viajero hace muchos amigos pero le es imposible hablar con ellos. Solo, observa sus vidas y nadie es testigo de su tarea científica, de su recaudación de datos, de su estudio humano porque claro, recordemos, está en un lugar que no existe. Nadie sabe qué ocurrió durante todas las horas que Hemingway estuvo fuera pero frente a la mesa, ni siquiera el pájaro que se posó en su ventana. 

A veces creo que existe un cajón secreto, tan universal como el universo. Pero sólo aquell@s que tienen algo que contar pueden acceder a él. Con ese material, armamos las historias y las cosemos hasta hacer que se parezcan a una vida. Y aquella se parece a esta, y ésta nunca será aquella. Como dijo Miguel Ángel, las historias que mis esculturas cuentan están ya en la piedra, yo solo quito lo que sobra. Los escritores, las escritoras hacen un viaje de contrabando. Traen de la nada los elementos para la vida. Y a veces les cuesta el sueño o el entendimiento con la familia. Todo esto, fuera de lo terrenal. Hay quien va a un café para inspirarse pero incluso lo que va a encontrar estará fuera de ese café. Encima, debajo, dentro, fuera. Y el camino donde carga de regreso con lo que ha encontrado se convierte en un axioma perverso que ni él mismo será capaz de explicar.

Dice Isabel Allende que ella es un médium para sus personajes. Esa es la forma en la que ella ha establecido el contrabando. Bien, es tan mágica cómo sus novelas. Al final, se me acaba ocurriendo que ese camino que se recorre cuando uno escribe está siempre por construir. Que a veces podemos acceder a él de un salto, otra veces, agazapado cómo en un sótano. Y pienso que es maravilloso que hombres y mujeres de cualquier época emprendieran no sólo una vez, sino varias, ese camino invisible por los infiernos de nadie para dejar por escrito lo que vieron y que nunca jamás podrá volver a verse en ninguna parte.

Jessica Verbon