dilluns, 15 de maig del 2023

El último viaje

                                            

El último viaje, historias de un funerario es un libro que nunca pensé en escribir. La culpa, en cualquier caso, la tiene Vicenç Tugas como instigador del delito. Quizás era mi destino, puesto que cuando llegamos a Viladecans desde la Torrassa de l’Hospitalet me fui a vivir a poco más de cien metros del cementerio. En nuestra casa hoy se levanta un Mac Donald, pero cuando entonces me preguntaban donde vivía, mi respuesta siempre era la misma: cerca del cementerio.

-¿No tienes miedo de los muertos?- me decían.

-No. Los muertos están muertos- respondía yo, con la incontestable y limpia lógica de la infancia. En aquellos tiempos los muertos iban al cementerio como los payeses al campo, a paso de caballo. Recuerdo el sonido metálico de los cascos en el asfalto de la carretera cuando se acercaba la carroza fúnebre, los penachos negros de las caballerías. A menudo, una procesión la seguía a pie hasta el cementerio.

El tiempo, los años, habían hecho de este libro una asignatura pendiente entre el Vicenç y yo. Tengo historias para hacer un libro, me decía. Me insistía. Nos decidimos durante el covid, quizás porque escribir sobre la muerte no dejaba de ser una manera ilusoria de intentar eludirla, de esquivarla.

Uno de los peligros de un libro como este, era que acabase siendo un conjunto de anécdotas sobre entierros y funerales dónde alternase el chiste y la truculencia. He intentado, y no sé si conseguido, que no sea así. Uno de los comentarios de quienes lo han leído es que se esperaban algo más tétrico. No como una queja, sino como una virtud. Su lectura es más amable que desabrida. Tiene la luz de las cosas de la vida que iluminan la oscuridad de la vieja dama de la hoz sin martillo. Sus páginas aspiran a provocar algún escalofrío y alguna que otra sonrisa, con historias tan reales como la vida misma, de esa enfermedad hereditaria que es la muerte. Sazonados, siempre que sea posible, con la ironía y el buen humor.

Está escrito en primera persona, Habla un personaje que es una mezcla del Vicenç real y del Vicenç literario. Esa voz respetuosa por vocación, como un mayordomo inglés, compasivo con el dolor ajeno que se ha apoderado de todo el libro, ese personaje, ha dado unidad a cada capítulo de libro, creo que ha evitado un salto entre el lado documental y el lado que funciona como cortos relatos. En el fondo la muerte es muy sencilla. El argumento, las sonrisas y lágrimas, corresponden a la vida, a la complejidad del vivir. Nuestro final no deja de ser el simple clic de un interruptor que nos apaga la luz.

El último viaje consta de un prólogo, un introito, y más de una cincuentena de capítulos breves que no dan tiempo a cansarse, por mucho que uno se lo proponga. Comienza con un capítulo cuya afirmación es cierta, por muy increíble que parezca, “A los catorce años resucité”, y termina con “Iguales ante la muerte”, que contiene la última oración (aquí en cursiva) de una cita de Mario Benedetti que, no obstante, reproduzco en su integridad, porque merece la pena: “En las exequias y otros lutos, los muertos se mueren otra vez, pero de risa, sólo porque comparan los huesos con los huesos, y con humor proclaman que son todos iguales. Es el socialismo de los esqueletos”.

Para concluir confío que les guste la lectura de este libro, que corra de boca en boca, y que hablen tan bien de sus autores que nos toque decir al Vicenç Tugas y a mí aquellas palabras de Eduardo Galeano:

“Hablaban tan bien de mí, que pensé que me había muerto”. Feliz lectura.

José Luis Atienza