No debería ser difícil hablar sobre este tema, desde la solidaridad, para la ciudadanía de un país que ha tenido la necesidad de emigrar, a lo largo de su historia, en múltiples ocasiones. En la mente de todos están los diferentes periodos migratorios de los españoles. Al continente americano en los siglos XVIII y XIX, a Europa durante el tercer cuarto del siglo XX y en los últimos años estamos viendo como nuestros jóvenes más preparados, andan repartidos por Europa y por el resto del mundo, en busca de oportunidades.
Si reconocemos como emigrante a aquel que se ve obligado a abandonar su tierra natal y embarcarse en una compleja aventura, trasladándose lejos de su cultura, costumbres y forma habitual de vida, con el único y legítimo afán de buscar nuevas y mejores oportunidades laborales, que le permitan a él y a su familia satisfacer, al menos, las necesidades más básicas como alimento, vestido, educación y salud, creo, modestamente, que más de uno nos veríamos reflejados en dicho espejo.
Somos muchos los que de forma más cercana o lejana, hemos tenido alguna relación con la emigración, por lo que me entristece ver con qué facilidad nos creemos esa rumorología que habla de la delincuencia, de la falta de servicios sociales, del aumento del paro, de las urgencias colapsadas, etc. como de algo provocado por los inmigrantes. Deberíamos analizar de forma más seria y con algo más de prudencia si este tipo de rumores obedece a algún interés concreto.
Humildemente creo que existe alguien muy interesado en enfrentar a la clase trabajadora a la que pertenece, en su inmensa mayoría, la población inmigrante. Dicho enfrentamiento llevará irremisiblemente a la competitividad más descarnada, luchando de manera feroz por la consecución de un puesto de trabajo, rebajando los salarios hasta convertirlos en inútiles para la supervivencia. Dicha competencia, acabará con la tradicional solidaridad de la que podía presumir, no hace tantos años, la clase trabajadora. Evidentemente, esto perjudicará a todos, tanto a inmigrantes como a autóctonos. Solo beneficiará a aquellos interesados en difundir este tipo de rumores.
En otro orden de cosas, me pregunto: ¿Nuestro miedo colectivo es al inmigrante o al pobre? Quisiera hacer una reflexión al respecto. Como padre de dos hijas, me imagino cuál sería mi reacción si una de ellas se presentara un día en casa comunicándonos a toda la familia su pretensión de casarse con un inmigrante africano, que se ganara la vida vendiendo en el top-manta. Igualmente, supongo como reaccionaríamos toda la familia si la pretensión de la niña fuera con un inmigrante, igualmente, africano, pero que, en este caso se tratara de un famoso jugador de futbol del Barça. Realmente pienso que tanto a mí como a la inmensa mayoría de padres, la reacción ante las dos situaciones, sería diametralmente opuesta. Creo, humildemente, que tendríamos que reflexionar, seriamente, a qué clase social pertenecemos y actuar en consecuencia.
Últimamente, nos están llegando noticias, desde algunos países europeos, en las que queda patente la expulsión de jóvenes españoles que se han quedado sin trabajo. Esta injusta situación se produce, para vergüenza nuestra, en esa Unión Europea tan maravillosa que nos quieren vender. En ningún caso deberíamos hacer nuestro este comportamiento tan injusto, vergonzoso, insolidario e ingrato con las personas que en época de bonanza tanto contribuyeron al aumento de los ingresos en la seguridad social, también realizaron sus compras de alimentos en nuestros pequeños comercios de barrio y también ayudaron bastante a cuidar de nuestros mayores por módicos y asequibles salarios para nuestros bolsillos.
Para hablar de todo esto, la asamblea del Procés Constituent de Viladecans, invita a todos los interesados a una charla coloquio que tendrá lugar en l’Ateneu d’Entitats Pablo Picasso a finales de septiembre. Concretaremos la fecha exacta durante dicho mes.
Fernando Delgado
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