dissabte, 28 d’agost del 2010

La Torre del Baró, un gravat del segle XIX


Aquest mes, en aquest espai que us oferim el Grup Tres Torres, us trancrivim un article publicat al setmanari “La Ilustración” del dia 24 d’abril de 1881. El text ens parla de la Torre del Baró i ve signat per l’escriptor, brodador, puntaire i excursionista Josep Fiter i Inglès.
Aquest article ja l’havia transcrit, però només parcialment, l’historiador local Josep Eixarch Frasno, en el seu llibre “Les arrels històriques de Viladecans”. Nosaltres us n’oferim la transcripció íntegra, així com el gravat que l’acompanya i que és d’autoria desconeguda.
Viladecans. La Torre del Barón.

Las poblaciones que en Cataluña se levantan á orillas del Mediterráneo, forman en su mayoria un encantador contraste. Las pulcras viviendas de la época contemporánea, rodean el torreón vetusto, que recuerda las precauciones, en luengos siglos adoptadas, contra las algaradas sarracenas y las piraterias.
Al pié de esos bellos grupos, en la parte de Levante, coronados por las páginas de piedra que nos legaron otras generaciones, se enclava hoy la férrea via, que á doquiera lleva con la velocidad la vida de la civilización y el espíritu del progreso. Dentro de poco acontecerá lo mismo, allende las laderas del Llobregat, la actividad del tráfico hará cobrar mayor aliento á aquellas comarcas, que, fervientes adoradoras del trabajo y de la humana industria, se aplican á obtener los más pingües productos de su cultivado suelo. Nos referimos al trayecto de Barcelona á Villanueva, que atravesando el cauce del antiguo Rubricatus, y costeando el oleaje por los difíciles pasos de Garraf y la Falconera, dará á conocer las pintorescas bellezas de aquella comarca y hará simpáticos en alto grado esos conjuntos de diversas épocas, á que nos referíamos ántes, y que, entre otros, constituyen Castelldefels y Viladecans. Allí los almenados muros, las torres de atalaya, aislados ya ó empotrados en modernos edificios, hacen vislumbrar los transcurridos siglos, y no parece sino que los pueblos modernos se levantaron con los restos de feudales monumentos.
Por demás animado es el camino que desde San Boy, apenas vadeado el Llobregat, conduce á Viladecans, Alamos y sauces, crecen, con prodigiosa abundancia, y el zumbido del aire, entre su poblada y juguetona hojarasca, parece repetir los ecos más lejanos; la yerba de brillantes matices alfombra el camino, y á entrambas laderas se muestra potente el cultivo del hombre, que transforma en feraz riqueza lo que fueron olvidados terruños.
Apenas se vislumbra el pueblo, resalta el antiguo castillo, inmensa mole de piedra, comparada con los límites de las otras moradas. Actualmente se le conoce por casa Viala ó la torre del Baró; siendo digno de encomnio, el celo que por su conservación muestra el actual propietario.
Sorprende el viajero, la fachada, que en gran parte y en su conjunto respetaron las modificaciones de posteriores siglos. Coronado de almenas, échase de ver la carencia de torres laterales asaz adoptadas en tales fortalezas; mas la disposición de sus muros, rebajados de la parte central y remontada en los ángulos, les da la apariencia de pujantes torreones. Y, si los siglos respetaron en su construcción aquella casa señorial, lo propio sucede en los materiales de que se forma, pues sólo en su parte inferior resistieron los brillantes tonos de la cal, dejando al resto del edificio el negruzco color de la piedra, que tanto contribuye á sostener en su verdadero carácter los antiguos monumentos.
El contorno de aquella fábrica es severo y elegante, sus líneas contribuyen no poco a imprimirle un aspecto de grandiosidad, y en sus detalles échanse de ver las concepciones delicadas del siglo XV. La parte baja ha sido objeto de algunas reparaciones, suprimiendo las molduras de los ventanales, que se abren á ambos lados de la puerta de entrada, cuya estructura da á entender que en otros siglos le daria acceso un levadizo puente. La disposición de sus ventanas en los pisos superiores, no puede ser más acertada, sobresaliendo en el último dos ladroneras para la defensa.
Nótase en el estilo de las aberturas sobrada diversidad, pues la talla de sus arcos es bastante variada, demostrando la inagotable fantasia del artista. Debajo de sus antepechos, ábrense en los muros, partiendo de lo interior del castillo, simétricos agujeros para la defensa, que contribuirian en hacer inexpugnable la fortaleza.
Escasas notícias históricas podemos indicar de la misma. La casa se consagra, ya de muy antiguo, quizás desde sus principios, á la labor de los adjuntos terrenos, y es indudable que bajo su protección creceria la villa, denominada de-cans, en el siglo XII, en cuya época fue, con el castillo, empeñada por cincuenta libras de plata obrada por Ramon Berenguer IV, á Guillermo de Tarroja, obispo de Barcelona, dato que nos prueba que en aquella época pertenecia a los antiguos condes soberanos de nuestra ciudad. En el siguiente siglo tiénese noticias de un Guillermo de Viladecans, que seria señor de aquel dominio, apellido con posterioridad transcrito entre los que constituyeron Cortes en Catalunya.
El actual castillo reemplazaria seguramente al ántes mencionado, y repetimos que por su conjunto puede significarse del siglo XV, citándose algunas veces durante los sitios por Barcelona sufridos desde 1640 á 1714.
Hem trobat també, en aquesta mateixa publicació barcelonina de setembre, octubre i novembre de 1883, un anunci del farmacèutic de Viladecans Sr. Guinart, promocionant les seves miraculoses fórmules magistrals, i que reproduïm a la pàgina anterior.
Jaume Lligadas Vendrell