Nació en los Campamentos de Refugiados Saharauis de Tindouf, en Djala (Argelia) hace 16 años. Allí trascurrió su vida entre penas y alegrías, junto con toda su familia, con carencia de comida, agua, luz, juguetes y un largo etcétera.Cuando cumplió los 7 años, como muchos niños de los Campamentos, le destinaron a España, en Andalucía, a pasar los dos meses julio y agosto de colonias, lejos del calor del desierto. Esto ocurrió varios años. Su mala salud ya empezada a notarse, y en una de las familias de Andalucía me consta que intentaron por todos los medios buscarle un remedio, pero se encontraron que no podían hacer nada o casi nada por él. Cuando los niños saharauis cumplen los 13 años, ya no pueden venir a España de colonias y a Chej le pasó como a tantos otros niños: tampoco pudo venir más.
Cuando llegó a los 15 años, su salud empeoró muchísimo, sus padres se vieron obligados a hacer lo imposible para que viniera de colonias a España, y lo lograron. Esta vez le tocó Cataluña, con destino a una familia que no pienso nombrar y que lo rechazó, y Chej se quedó sin una casa y sin familia.Él sabía que ninguna familia en su estado lo acogería en su casa, pero encontró una en Viladecans, y a toda la Asociación de Viladecans pel Sàhara que se volcó en que el niño Chej lo pasara lo mejor posible y le dimos una calidad de vida, se intentó que se quedara en un centro a través de la Generalitat, después de mucho papeleo y visitas a los médicos pasaron seis meses sin ningún resultado, y el niño Chej ha tenido que regresar a su casa con su familia, que creemos que es donde mejor estará atendido pero seguiremos en contacto para lo que necesite.Intentaré con pocas palabras explicar cómo es: fue para todos un trocito de pan, dulce, cariñoso y alegre, siempre pendiente de los demás, y por todo ello le querremos siempre.
Rosa Mercader
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