En tierra de ciegos el tuerto es rey dicen, pero lo más posible es que el tuerto, además se aproveche de ello en su beneficio.
Así va este país de pseudodemocracia, donde el ciudadano concienciado, es avasallado por quienes se saltan la ley con descaro, conocedores de su laxitud, más restrictivas para quienes las defienden que para quienes la incumplen.
Si paseando por la calle le agreden un puñado de jóvenes desconsiderados, líbrese de defenderse, porque a ellos, si le dan la del pulpo y un navajazo como recuerdo, tendrán, si los encuentran, una reprimenda de un juez o jueza benévolos, que pensarán en la pobre vida que habrán dado sus padres y la falta de educación del sistema que les llevaría a una actitud poco adecuada, más aún si son foráneos, minorías rechazadas por la sociedad que se ven empujados a delinquir. Pero si se le ocurre defenderse del contubernio puede que arruine su vida y la de su familia, o que pague de por vida a la familia de quienes le quisieron matar por haber tenido el infortunio de conseguir defenderla.
Si entran en su casa, todo está contra sus dueños, que lo más probable es que reciban lo suyo hijos y perro incluidos, pero si hiere al agresor, se mete en un buen lío.
Es cierto que la educación deja mucho que desear, solo tenemos que ver nuestras calles. Quienes dirigen la sociedad le dirán que ese cometido es de los padres, por supuesto que lo es, pero omitirán la indigna educación ofrecida y los paupérrimos logros de inculcar conocimientos y educación.
Las leyes han de adaptarse al tiempo que vivimos y proteger al ciudadano, no encadenarlo.
Los cuerpos de seguridad del estado están para velar por esos intereses. En el momento que las disputas de poder interdepartamentales y políticas pesaron más que el interés del pueblo, perdimos una ayuda vital.
Aquellos que ven en la inestimable ayuda de los cuerpos de seguridad, limitaciones de las libertades, es que las libertades que pretenden son en realidad libertinaje o están anclados en un penoso y denigrante pasado, donde la dictadura empañó su valía.
Si alguien cree que el estatus alcanzado hace innecesaria la actividad policial, realmente vive en el país de los ciegos.
¿Ha probado a llamar la atención a quienes en parques y jardines se ponen a beber y tirar latas y botellas al suelo? ¿Ha intentado comunicarlo? ¿Se siente seguro al volante de su coche?
Antes veías a la policía de barrio, a la Benemérita en las carreteras y para otros asuntos la Nacional y las autónomas.
No es que no vea las muchas gentes buenas, sino que veo como algunos someten a tantos impunemente.
Mientras tanto la alcaldía minimiza los problemas y en Barcelona se han “colau” menospreciando y restringiendo los cuerpos de seguridad.
David Rebollo
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