divendres, 15 de gener del 2021

José Antonio en blanco y negro

                                           

A ese señor de la escultura le llamaban José Antonio, así con confianza, como si fuera el vecino de la escalera. En los años cuarenta decir José Antonio en voz alta en un banquete, en un entierro o en un cine era poner a los asistentes en pie como movidos por un resorte, o por un gol en una final de fútbol, aunque la mayoría lo hacía por el miedo a que si no se levantaban podrían cortarles el pelo al rape, darles una ración de aceite de ricino o ir de legales y pegarles simplemente una paliza. Además de levantarse había que pegar un grito y escupir presente!!! como si no hubiese pasado ni futuro. 

Él fue el jefe de una organización que tenía el nombre de los huesos de un dedo, falange, Falange Española. Por eso quizás al levantarse de un salto y gritar presente, levantaban el brazo como con rampa o como si se les hubiera aparecido Hitler vivito y coleando doblado al castellano. El saludo con el brazo al frente de Hitler, Mussolini y Franco, imitaban la manera romana, porque cada uno se soñaba César, Emperador y amo del mundo como descubrió Charlot.

El señor de la foto está como el país que soñaba, en blanco y negro. Pero él había elegido un color de camisa para la falange, el azul mahón, porque dijo que era “un color neto, entero, serio y proletario”, el color del mono del obrero. Y de la División Azul. Ahí estaba como una momia embalsamada en el parque del ayuntamiento, de los pajaritos. Un fósil. Era como un telón de fondo de cementerio, con ese granito gris y negro de tumba de pago, que le protege las espaldas de la pared proletaria que enseñaba descarnada los tomates de mendigo de la piedra sin revocar. Lo del yugo y las flechas iba de maldición bíblica, o tiras como un buey en una yunta o serás asaeteado como un San Sebastián laico por perturbar el orden ciudadano. 

Lo del haz de flechas dicen que fue una idea de Ernesto Giménez Caballero, un intelectual falangista de la generación del 27 que intentó promover una boda surrealista entre Adolf Hitler y Pilar Primo de Rivera. Un haz, a la manera del fasces italiano de Mussolini. El fascismo sobrevivió más de cuarenta años gobernando en España, y cuarenta y tres años después hace algo más que asomar la oreja.

Es quizás el momento de recordar el gesto del primer alcalde democrático del PSUC y de la democracia recuperada, Joan Masgrau. Él mandó quitar el monumento y echar abajo el telón de granito. En vez de mandar destrozar el monumento lo ofreció íntegro a los falangistas por si lo querían conservar. No lo quisieron. Nosotros no somos como ellos, hacemos las cosas de otra manera, explicaba aquel alcalde. No solo lo explicó, lo hizo. 

Text: José Luís Atienza

Foto: Jaume Muns