dimarts, 15 de desembre del 2015

Primer premio del II Certamen de Poesía “Constancio Zamora Moreno”, tema Jorge Manrique, organizado por la Fundación Espejo


 Cuna

Paredes: lecho triunfante

de soldados, infanzones,

caballeros,

monjes de adusto semblante,

cruces de piedra y blasones

duraderos.

Pueblo venturoso, albergue

de Jorge Manrique, vida

como ejemplo.

Su memoria aquí se yergue

como una rosa dormida

sobre un templo.

Aquí distinguida cuna

perdura como salvaje

melodía,

aquí el lucero y la luna

dispersan en el paisaje

su poesía.

Polvo de viejo camino

la memoria del poeta

purifica.

Es eterno su destino

y eterna lumbre secreta

le salpica.


Vida

Heredero de un maestro

de la Orden de Santiago

–paz y guerra–,

clarín de sonido ecuestre

era pasión y era halago

de su tierra.


Armas y letras unidas

se dieron cita en su pecho

con fortuna, 

vida partida en dos vidas

y nobleza por derecho

de alta cuna.

Aquellas coplas rotundas

que hicieron que meditara

tanta gente

sentencias fueron profundas,

catarata de agua clara

meramente.

Altas gestas militares

por polvorientos senderos:

luz y arcilla.

Versos bellos, singulares

plasmados en cancioneros 

de Castilla.

Qué probada valentía

en la batalla sangrienta

de Ajofrín.

Qué memorable elegía

sobre la aurora sedienta

de su fin.

Con lira dulce, bucólica

cantaba –donoso estilo–

a la amada.

Por su Majestad Católica

puso la vida en el filo

de una espada.


Muerte

Hombres: viajeros sombríos

hacia profundos ocasos

sin cesar.

Ni siquiera somos ríos

que van a dar con sus pasos

en la mar.

Era su mano martillo

de la guerra, lanza fría

del camino, 

y la muerte hasta el Castillo

de Garcimuñoz un día

terca vino.

Jorge tenía una cita

con la causa verdadera

del partido,

cuando una lanza maldita

lo arrojaba a la pradera

malherido.

Aquí la piedra reseca.

Aquí la sangre en el trigo

derramada.

Aquí la trágica mueca 

por el acero enemigo

provocada.

Y hasta Uclés, humilde villa

que del asedio salvara

cierto día,

viene la dama amarilla

para besarle la cara 

todavía.

Aquí enterraron al hombre

que conjugaba el afán

con la meta.

Beato sea su nombre,

valeroso capitán 

y poeta.

Manuel Terrín Benavides (Albacete)