Compañeras, compañeros:
Lo de ayer nos sonó a batacazo electoral. El juego de palabras malévolo –creíamos en la posibilidad del ‘sorpasso’ y nos quedamos con un ‘batacazo’– tenía una base. El tono serio de la rueda de prensa de Pablo Iglesias, o las imágenes de ojos que habían llorado frente al Reina Sofía, no podían dejarnos indiferentes. En mi caso, que he votado a ‘Podemos’, que incluso ejercí como interventor en las penúltimas elecciones, sin haberme apuntado nunca al ‘Partido Podemos’, la reflexión que sigue tiene un final claro: sí, quiero apuntarme a ‘Podemos’, quiero trabajar en ‘Podemos’, aun a pesar de mis obvias limitaciones físicas y de mi edad. Cuento por qué.
Desde el año 1979, el de las primeras elecciones municipales, he participado en todas las elecciones, desde las filas de un partido histórico, casi digno y siempre minoritario: el PSUC, que luego derivó en IC e ICV. Durante muchos años ejercí, bajo estas siglas, como concejal en Cornellà y como diputado en el Parlament de Catalunya. Más allá de la representación institucional, me encargaron la tarea de ‘predicador de la Idea’, como yo traducía el encargo de mitinero, participación en debates públicos, conferenciante, articulista, etc. Todo ello antes de mi traslado a Madrid, en donde estoy empadronado desde hace más de trece años. Lo anterior no es un listado de méritos porque soy consciente de que, a lo largo de mi vida política, he cometido muchísimos errores. Pero sí que me siento autorizado a extraer conclusiones de ‘nuestro’ momento actual, entre ciénagas de corrupción (que tal vez acabe ‘prescribiendo’, para vergüenza de todos), las consecuencias del ‘Brexit’, los efectos de la crisis, el crecimiento exponencial en Europa y en el mundo de una extrema derecha xenófoba e insolidaria.
Chesterton decía que todo lo que es vivo siempre da la sensación de que está a punto de morir. Y que únicamente aquello que ya ha muerto da sensación de estabilidad. Pensaba, ayer por la noche, en sus palabras. De ahí que me atreva a traducir en positivo el análisis de lo sucedido. Porque, ¡ojo!, 70 diputados (y lo digo en genérico, que incluye a los y a las) son muchos diputados, que pueden dar lugar tanto a un aprendizaje político ‘für Ewig’, de larga duración, y a una intensa, visible, ‘transformadora’ (¡sí!) acción política. Setenta diputados garantizan la presencia en todas las comisiones parlamentarias, en todas los grupos de trabajo que se puedan crear, en todos los debates (en comisión y en pleno), etc. Es decir: los/las de nuevo cuño tendrán ocasión de dominar, de forma acelerada y con medios suficientes (de asesoramiento específico y de información pertinente adjunta), los entresijos de la actividad parlamentaria, en la cual tiene especial relieve –aunque supongo que son bien conocidos, recomiendo una lectura ‘coral’ de los artículos 70 a 80 de la Constitución, para cerciorarse de las herramientas que nuestros diputados pueden activar –véase, p. e., el artículo 76–, siempre amparados por el Reglamento y que pueden convertirse en una garantía política para quienes les hemos votado.
En términos generales, creo que ‘Unidos-Podemos’ ha hecho una buena campaña. Sin olvidar el contubernio, no sé si sellado con sangre, destinado a cargar contra ‘Podemos’, tanto desde un PP, que ha sido capaz incluso de minimizar, ante la opinión pública, los efectos corrosivos de la corrupción de los suyos, como desde la retórica de frases hechas y de descalificaciones genéricas, de aromas demasiado falangistas, del PSOE, el gran perdedor de esta contienda.
Cierro. Perdonad mi intromisión que era, para mí, la forma de agradeceros lo que habéis aportado, y aportáis, a la dignificación de la vida política de nuestro país.
Ignasi Riera
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