dimecres, 15 de febrer del 2023

Un pequeño reconocimiento

Hace unos días recibí una mala noticia. Otro de los matrimonios más antiguos de la zona pone en venta su vivienda, y ya son muchos, casi todos. Vender la casa no es algo inusual, es algo que sucede constantemente, pero si conoces la historia y la forma de pensar de las familias que han vivido en la zona alta de Alba-rosa no te deja indiferente. Lamentablemente ya quedan muy pocos de los pioneros que fundaron nuestro barrio. Esta zona, con mucho desnivel y orografía adversa fue la última del barrio en urbanizarse. Los que lo hicieron fueron en su mayoría gente humilde, trabajadores que dejaron lo poco que tenían en un terrenito que, por su desnivel, no quería nadie. Invirtiendo su dinero, su tiempo libre, sus fines de semana y sus vacaciones. Montaron primero una barraquita, algunos una caravana, luego acondicionaron un garaje con literas para los niños y después de que algún contratista de la zona les ayudase a construir la estructura de su casa, poco a poco, pero que muy poco a poco, dieron forma a sus sueños e ilusiones. No sólo construyeron su casa, también construyeron una sociedad perfecta donde todos se ayudaban entre ellos y se ocupaban de sus hijos y de los de los demás.

Sí, ellos construyeron nuestro barrio, construyeron la ermita con su dinero y que hoy está cerrada, ellos arreglaron los socavones de las calles tras las lluvias, ellos extinguieron el incendio forestal del año 75, construyeron las aceras, pagaron íntegramente el asfaltado de las calles, mantuvieron activo su centro de reunión sin ayuda de nadie, sin medallas, Un pequeño reconocimiento sin palmaditas en la espalda y sin quejarse, en silencio y de esa manera se van, en silencio, dejando sus recuerdos, sus sueños e ilusiones, dejando su casa, con sus años pero digna, tan solo emborronada por las lágrimas, por abandonar algo que juraron dejar solo con los pies por delante.

Pero ahora, convencidos por el tiempo, los achaques, y la cruda realidad se ven obligados a marchar. La razón es siempre la misma, la edad ya no les permite vivir en una zona tan incomunicada. La parada de autobús más cercana se encuentra en el antiguo Casino, antaño centro neurálgico del barrio y aglutinante de todos los vecinos, hoy Monumento vergonzante de la Indiferencia hacia una generación vencida. Ahí empieza la subida, empieza lo invisible, lo que no queremos ver, que en esas casas hay personas que, como en cualquier parte de la ciudad, necesitan un transporte público. ¿Qué tan difícil es poner un microbús que dé servicio a esta gente? ¿Es que en 70 años nadie ha pensado en eso? ¿Realmente es tan caro conseguir que un vehículo de una docena de plazas suba 6 veces al día? ¿Es que nadie les va a ayudar después de todo lo que han hecho por nosotros? ¿No se lo merecen? ¿Qué tan interesante es nuestra vida delante de una pantalla, que no podemos perder un minuto en encontrar una fórmula imaginativa para que no nos cueste mucho? Hay otras poblaciones que lo han hecho, tan solo hay que copiarles. La mayoría de nuestros mayores en las calles Pineda, Mareselva, Flor d’Ametller, Trèvol, Hortènsies, Violetes y Llorers ya han marchado, aceptando resignados su destino, como condena por haber vivido en un lugar privilegiado, que ellos construyeron y nadie les regaló, pero aún quedan unos pocos, y no olvidemos que con mucha suerte, todos llegaremos a su edad, que las nuevas familias que llegan tienen a su vez niños en edad escolar y que en la era de las Zonas de Bajas Emisiones no estaría mal dar un servicio de transporte a toda la población. Es por eso que desde esta asociación nos hemos propuesto hacer todo lo posible para revertir esta situación y rogamos la comprensión del resto de los buenos ciudadanos de Viladecans, ya que sin duda sería un servicio deficitario, el apoyo de los agentes sociales, partidos políticos y, sobre todo de nuestro Ayuntamiento del que estamos seguros que recogerá el guante y nos ayudará a encontrar la solución a una causa que consideramos legítima y sobre todo, justa.

Josep Lozano Calvo