dimecres, 15 de maig del 2019

El hijo de la calle

El tango es melodía de arrabal, porque nace y crece en las clases populares, en los barrios bajos. El tango es música de taberna, de bar de puerto como el tango de “Tatuaje”. Es una canción de Rafael de León y Manuel Quiroga, que combina el vals con el tango, de la que nos hizo enamorar Manuel Vázquez Montalbán: “La cantaban con toda el alma -escribía- aquellas mujeres de los años cuarenta. Aquellas empleadas del hogar y de los turnos en trabajos fabriles afeminados. La cantaban para quien quisiera oírla a través de sus ventanas de par en par. Era una canción de protesta no comercializada, su protesta contra la condición humana contra su propia condición de Cármenes de España a la espera de maridos demasiado condenados por la Historia, contra una vida ordenada como la cola ante el colmado, cartilla de Abastos en una mano, y así uno y otro día, sin poder esperar al marino que llegó en un barco, al que muy bien hubiera podido encontrar en el puerto al anochecer. Era alto y rubio como la cerveza”.

Este texto de Vázquez Montalbán tiene mucho de tango. El tango es un pensamiento triste que se baila, escribió Enrique Santos Discépolo, autor de Cambalache, una canción que en el año 1934 cantaba “Siglo veinte, cambalache, problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil.” A partir de 1943 fue prohibida por el gobierno militar, con la excusa de utilizar el lunfardo, un idioma de barrio porteño, de puerto, que usaba palabras inventadas, como “gil”. 

Desde la prensa le llamaban el dialecto de los ladrones, pero el tango se cantaba en lunfardo, porque era la música de los barrios bajos, de los inmigrantes y los truhanes. El tango nació como baile de pareja, pero comenzó siendo un baile de hombres que se bailaba en la calle. Era imposible bailar bajo techado porque en los barrios pobres vivían apiñados los inmigrantes. Es un baile muy masculino, con cierta agresividad en el movimiento de las piernas, como empujando un cuerpo al otro para saber aquí quien manda. Hay cierto movimiento de felino al acecho, de ataque y retroceso. De lucha, de competición. Solo le faltaba el otro sexo. El tango encontró pareja de baile en las mujeres de los prostíbulos, viviendo una vida casi clandestina de cantar y bailar canciones con palabras extrañas entre gente de malvivir. 

“Tus tangos son criaturas/abandonadas/que cruzan sobre el barro/del callejón/cuando todas las puertas/están cerradas/y ladran los fantasmas/de la canción” Dejó de ser criatura abandonada cuando a principios del siglo XX fue descubierto y adoptado por los franceses. Saltó el charco para pasar a los salones de París, aunque aquí siempre fue más escuchado que bailado. Siempre fue “Ausencia de tus manos en mis manos/ distancia de tu voz que ya no está.” 

En Arezzo, en la foto, el tango vuelve a la calle. Los italianos parecen a menudo más argentinos que los propios argentinos. Se vislumbran las mesas al fondo, la gente mirando. A pesar de los trajes y los vestidos el tango ha vuelto adonde nació: a la calle.

Text: José Luís Atienza

Foto: Jaume Muns