dimecres, 15 de juny del 2016

Minoría, orgullo y la debilidad de la capacidad

Soy Catalán, Español, Europeo y terrícola por nacimiento. No tengo el placer de sentirme orgulloso por ello, pero lo estoy de una minoría. 

Menos de un 0.83% de mis vecinos votaron nulo. 

Hoy como siempre en este país, viven los pillos, disculpen el adjetivo, pero no quería utilizar otros que me apetecen más apropiados, ni quiero parecer compasivo. 

Cultural y en concreto, políticamente somos unos analfabetos descerebrados. 

Las noticias de que algo sucio hay en alguna parte es innecesaria pues es diaria y en todas partes. 

Muchas personas dicen estar cansadas de ver como se reparten el pastel que pagamos, amasamos y horneamos todos y del cual no nos llegan ni las migajas. Que la justicia no es igual para todos, que hacienda somos todos y que la culpa la tiene esa factura sin IVA y no la vergonzosa cantidad que desaparece en los bolsillos de los desaprensivos. 

Hay menos de un 0.83% que está cansado de que existan distintas categorías de ciudadano. Un robaperas y un magnate, político o la realeza son seres humanos, pero no iguales. Está cansada de que el poder judicial esté subordinado al político y este al mejor postor. 

Cansados de que los servicios imprescindibles para la sociedad sean copados por cargos políticos que ejercen una claro retroceso al avance que necesita un país, siendo un lastre y añadiendo motivos a la vergüenza de no encontrar motivo por el que sentirse orgulloso. 

¿Su mujer no sabe lo que hace usted con el dinero? ¿Su marido no sabe de dónde vienen esos bienes que aumentan su patrimonio? ¿El Sr Alcalde está demasiado ocupado saliendo sonriente en tantas fotos que olvidó que el patrimonio del pueblo se va por la ventana? 

Conozco a algunas personas que trabajan en política. Que tienen convicciones y que creen que, a pesar de todo lo que saben y ven, pueden hacer más desde dentro que desde fuera. 

En línea con lo aquí descrito, menos de un 0.83% votó nulo, e hizo lo que pudo para acabar con esto. 

En una sociedad donde los desmanes de las empresas se apoyan en el miedo y el egoísmo impidiendo apoyar a un compañero que ha recibido acoso. 

Donde las entidades estatales olvidan a los representados detrás de las cifras, del dinero, donde se callan las injusticias para evitar hacer cola en el paro. 

¿Puedes estar orgulloso de un país que no sale a la calle por sus derechos, pero se atestan si marcan un gol? 

Diógenes de Corinto seguiría buscando “un hombre bueno” con su lamparilla a plena luz del día, casi 2.400 años después sin lograrlo. 

Citando a Herbert Gerjuoy: “Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender.”

Las siglas y colores de los partidos no tienen nada que ver con su concepto inicial, si alguna vez existió. Las derechas o izquierdas, los diferentes centros, los rojos o los azules, todo parte de un aprendizaje incorrecto que precisamos desaprender, que no olvidar, para volver a pensar, por uno mismo, la validez de las cosas. 

Vecinos, en breve nos volveremos a ver en las urnas. El único lugar donde nuestra insignificancia puede dejar de serlo, o donde renacerá una vez más, la vergüenza de ser una minoría consciente de una gran mayoría que votará contra lo que quieren en realidad.

David Rebollo