divendres, 15 de maig del 2020

El Hospital de Viladecans

Vivimos tiempos convulsos. Nuestro modo de vida ha cambiado. Las personas recluidas, las calles de las ciudades vacías, la estratosfera saneada.... En todo el mundo, los modelos y los aparatos sanitarios están teniendo que afrontar un difícil reto con perplejidad, con miedo y sin certezas, como si de un tsunami se tratara. En medio de tal alboroto, en un periquete el Hospital de Viladecans, el más pequeño y, hasta hace poco, más eficiente del Institut Català de la Salut, trasmutó. 

Hacer frente a tamaña amenaza hizo que, a marcha forzada, nuestro Hospital de referencia lograra cambiar su papel estrictamente productivo de “centro sanitario comarcal de nivel asistencial básico” (hospital de nivel asistencial 1), al que estaba relegado, por otro más complejo, equipado con una unidad de cuidados intensivos y dotado por profesionales versátiles y capacitados para plantar cara al “bicho” (lo propio de un hospital de nivel asistencial 2).

Aunque con un sabor amargo causado por la crueldad con la que esta maldita enfermedad está azotando el mundo, no deja de llamar la atención que el tiempo parece haber dado la razón a la Plataforma en Defensa del Hospital de Viladecans y de la Sanidad Pública, de la que soy miembro: las obras del nuevo Hospital de Viladecans, que es 100% público y es de referencia para los municipios de Begues, Castelldefels, Gavà, Sant Climent y Viladecans, deben ser replanteadas en cuanto a espacios, con el fin de añadirle recursos sanitarios propios de los hospitales de nivel 2. 

El dolor causado por esta pandemia ha concienciado la ciudadanía sobre la enorme importancia de disponer de una sanidad pública y universal bien gestionada y adecuadamente financiada. A día de hoy, parece ser consenso en nuestra sociedad que un modelo sanitario cuyo objetivo prioritario sea el bajo coste, poniendo en último o penúltimo plano la calidad del producto sanitario y sociosanitario, no es el mejor. La enorme mortalidad ocurrida, sobre todo entre nuestros mayores, ha despertado conciencias.

Evidentemente, la buena gestión, la austeridad, la calidad asistencial y la eficiencia son factores tremendamente valorables en el manejo del dinero público, que es de todos y todas. Y tengo claro que estas son capacidades que, afortunadamente, destacan en el Hospital Viladecans desde hace cerca de cinco años. Es de sentido común que los recursos económicos públicos son finitos y deben ser estrictamente controlados, con el fin de que puedan llegar a toda la gente que los necesita. Pero visto lo visto en los últimos dos meses, es de cajón que los cerca de 180.000 ciudadanos adscritos al Hospital de Viladecans necesitamos mucho más, en materia de atención sanitaria.

Ya sé que las pandemias no ocurren cada año y que la tónica asistencial va cambiando a medida que la covid-19 está más y mejor controlada. Sin embargo, si el modelo sanitario y sociosanitario español, y particularmente el catalán, hubieran estado mucho mejor financiados, legislados y controlados, muchísimas muertes se habrían evitado. Esto no solo lo digo yo, que lo veo y lo conozco en primera persona, como enfermera que soy y como nuera de una persona fallecida en una situación que mi marido y yo consideramos como “de abandono”, en un centro geriátrico. También lo dicen muchas personas de bien, además de científicos y científicas de distintas aéreas del conocimiento, cuyo único interés es el bienestar de la mayoría de ciudadanos y ciudadanas.

Pienso, y sé que mucha gente de mi entorno piensa igual, que este es momento de que la política recapacite respecto al papel futuro del Hospital de Viladecans en la comarca. Hacer un edificio que apenas amplía sus capacidades asistenciales, manteniéndolo como centro de alta productividad y baja complejidad, mientras centros de gestión privada de nuestro entorno, como son los hospitales de Sant Boi y Moisès Broggi, disponen de mucho mejor dotación presupuestaria y de más recursos asistenciales, desde hace años me parece indecente y miserable. También teniendo en cuenta que, en los últimos 15 años, una parte del Hospital 100% público de Bellvitge fue desactivada, lo cual cedió espacio a estos dos centros de gestión privada.

Espero que, con el escarmiento dado por la covid-19 a nuestra sociedad, la gente que cada día aplaude en sus balcones responda a la llamada de la Plataforma en Defensa del Hospital de Viladecans, con el fin de lograr un nuevo Hospital de Viladecans mejor financiado y dotado con más recursos sanitarios, como, por ejemplo, disponer de camas de UCI para hacer frente a las necesidades de los cinco municipios.

Eliana López