En las residencias de ancianos viven personas mayores. Es obvio, pero hay que decirlo.
La edad media de los residentes en estos centros, supera con creces los 80 años. Son colectivos con algún grado de dependencia. Normalmente medio-alto. Son personas con multipatologías. Es frecuente que algunos de ellos necesiten más de 10 pastillas diferentes al día para poder sobrevivir. Están en centros de mayores porque no pueden estar en casa. Están en residencias por una necesidad.
En épocas normales, o sea sin pandemias, siempre tememos las épocas de cambio de tiempo, de otoño a invierno, porque un pequeño resfriado puede ser fatal. Y ocasionalmente se producen bajas.
Pues bien, los informativos repiten una y otra vez que la mayoría de los fallecimientos de ancianos se ha producido en las residencias. Obviamente es en las residencias de ancianos donde se concentran las personas más vulnerables y además con más posibilidades de contagio.
Falta de información y de medios
¿Se dice en esos informativos que en las residencias hemos estado trabajando a ciegas desde el inicio de esta pandemia? Es decir, sin conocimiento objetivo de quién era PCR positivo o negativo? ¿Ni de los residentes ni de los trabajadores? No se dice nada.
¿Se comenta en estos medios de comunicación que la mayoría de trabajadores de residencias se han contagiado del virus porque, sobre todo en la primera semana, no se disponía de medios de seguridad adecuados ni de información suficiente? Tampoco se comenta.
Solamente se habla de los centros de mayores como lugares lúgubres donde se maltrata, se desatiende a las personas que más cuidados requieren. Y estas situaciones, aunque se dan por desgracia en algunos casos, no representan al colectivo de residencias ni de profesionales que trabajamos en ellas. Todo lo contrario.
¿Quién debe garantizar la calidad de la residencias?
Precisamente hace unos días, en un debate televisivo un tertuliano decía que el problema de tantas muertes en las residencias de ancianos se podría haber evitado si las residencias fuesen públicas.
La calidad de servicio en las residencias de ancianos, como en muchos otros negocios, nace de las exigencias de los clientes. En este caso, sobre todo, de las exigencias de los familiares de los residentes. No de si la residencia es pública o privada. A ambas hay que exigirles que su servicio sea excelente.
No acabo de entender que ahora, sí, ahora, todo el mundo se rasgue las vestiduras porque tal o cual residencia ha tenido una mala gestión de los contagios y esa es la causa de la alta mortalidad por el virus durante este mes.
Y hace dos meses, ¿esa residencia funcionaba correctamente? ¿Todo era perfecto? Si no, ¿por qué se permitió que siguiera trabajando con deficiencias? ¿Dónde estaba la Administración que ha de controlar? Y, sobre todo, ¿dónde estaban los familiares que permitieron que en situación normal, aquel centro no desarrollara bien su cometido?
¿Ahora denunciamos una gestión que ya era deficiente anteriormente?
Buscamos culpabilidad y ésta está ante nuestras narices: somos culpables todos los que permitimos que estos centros de gente mayor sigan sin funcionar bien. Somos culpables todos.
Nos han dejado solos
Durante las dos semanas que duró el incremento descontrolado de casos de contagio y de fallecimientos, en nuestro caso entre el 26 de marzo y el 7 de abril, los hospitales, los servicios de salud y los servicios funerarios estaban totalmente colapsados.
No culpamos a nadie por una situación de colapso generalizado, pero ¿se está explicando que cuando llamábamos a los servicios de salud se nos decía que no vendría nadie a visitar al anciano a nuestro centro? Porque no podían. Porque los recursos eran limitados y estaban exhaustos. No lo dudamos. Pero ¿alguien está diciendo que estábamos solos con el anciano con fiebre, con síntomas evidentes de contagio del virus? Que, a lo sumo, las instrucciones eran: “Dale paracetamol” o “Ponle oxígeno a 4 minuto”.
O estamos confundidos o es verdad que nadie explica que en las residencias de ancianos hemos estado solos, solos, solos.
Los servicios de salud deberían aclarar a la comunidad lo que pasaba en estos doce días. No deberían mantenerse en silencio porque ese silencio refuerza la idea de mal funcionamiento de las residencias. Las residencias no somos centros sanitarios. Cuidamos, atendemos a gente mayor pero no somos responsables de la sanidad. Esa es la responsabilidad de los sanitarios.
¿Se está explicando que no se permitía la derivación al hospital de ningún anciano de residencia? Por encima de 80 años, ni lo sueñes. En nuestro caso sólo se permitió la derivación de los dos primeros casos que se nos presentaron. ¿O eso nos lo estamos inventando?
En algunas residencias se habían encontrado ancianos fallecidos en sus camas. ¿Alguien ha explicado en esos medios de comunicación que los servicios funerarios colapsados tardaban hasta ocho horas en pasar por el centro para recoger a la persona? Tampoco nos consta que nadie aclare estos puntos.
Pues bien, nos hemos sentido solos porque hemos estado solos.
¿Seguiremos igual o seremos capaces de cambiar?
Los centros de mayores estamos en el punto de mira siempre. Unas pocas residencias mal gestionadas manchan la imagen de un colectivo de más de mil centros en toda Cataluña.
Después de esta pandemia, las residencias vamos a seguir siendo actividades no bien consideradas socialmente.
Los noticiarios se encargan de ello. Los silencios de los otros artífices apoyan esta idea.
Tenemos que trabajar mucho para revertir esta idea. Necesitamos trabajar bien siempre y no permitir que existan centros que no compartan el objetivo común que tenemos la mayoría: lograr la máxima satisfacción de nuestros residentes y de sus familiares.
Nos tenemos que esforzar en que se reconozca que nuestra labor social es de suma importancia.
Logramos hacer la vida de nuestra gente mayor algo más agradable. Reducimos significativamente las intervenciones de los servicios de salud con el colectivo de gente mayor porque las residencias filtramos mucho antes de derivar al hospital.
Todo esto lo hacemos con un personal mal valorado y que, sin embargo, en su mayoría, prefiere trabajar en este sector antes que tomar opciones con menor responsabilidad y mejor pagadas.
Lo que hemos vivido estos días de locura, de lucha, de desánimo continuo, no lo olvidaremos nunca. Nos recuperaremos pero no lo olvidaremos.
El sistema que hemos montado ha dejado sin ayuda al colectivo de personas al que debemos el estado de bienestar que estamos viviendo. Hemos aplicado criterios económicos, criterios de utilidad para decidir dejarlos fuera.
Lo pagaremos, como sociedad nos va a costar caro.
Para acabar, si de algo nos ha de servir una crisis como la de esta pandemia, es para provocar un cambio. Necesitamos cambiar para ser mejores personas, más solidarios. Para pensar menos en lo material y pensar más en que hemos venido a este mundo a hacer algo positivo para los demás.
Nos queda tiempo para reflexionar, para reaccionar. Seguimos.
Antonio Cruz
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