dissabte, 15 de maig del 2021

Viladecans contra la crisi climàtica

 Segur que tots i totes tenim grans desitjos d’acabar amb l’emergència climàtica. Segur que sense prendre mesures des de la política no serà possible. Però segur, també, que nosaltres podem contribuir-hi amb les petites (o no tan petites) coses que tenim a l’abast. Us en proposem unes quantes a cada número.

Ecosolidaritat: unes quantes propostes

-Preservar la biodiversitat.

-Ornamentar amb plantes naturals.

-Plantar/cultivar vegetació mediterrània autòctona i evitar plantes exòtiques invasores.

-Evitar utilitzar fertilitzants i biocides/insecticides químics tòxics.

-Posar nius, casetes, menjadores d’ocells, hotels d’insectes...

-Informar-se sobre l’impacte ambiental quan es fan obres o rehabilitacions.

-Participar en horts i jardins ecològics compartits.

De qué hablamos cuando decimos políticas verdes

La alternativa verde constituye en sí misma una propuesta política integral, que incluye las cuestiones medioambientales pero no se agota en ellas, sino que esencialmente habla de la sociedad y las personas, y busca y hace propuestas para la construcción de un modelo social que en lo económico, en lo político y en lo cultural, tenga por eje central el cuidado de las personas en el marco de la casa común que habitamos.

La alternativa verde, o dicho con más precisión, la ecología política parte de una comprensión del mundo y la realidad desde una mirada ecosistémica, que se condensa en el concepto de la interdependencia de todo, incluido lo humano y lo social. Nada está aislado, nada es independiente de todo lo demás, todo está interelacionado. Es más, depende de esas relaciones. 

Por mucho que nos empeñemos, no podemos hacerle una D.U.I. al aire que respiramos, ni confinarnos como personas, ni como regiones, ni como países. Nunca se pudo, a pesar de las veces que se intentó y se continúa intentando, ponerle puertas al campo.

La mirada clásica de izquierdas y derechas, ve la economía como una caja cerrada en la que circula la extracción de materia, la transformación de esta en productos, la venta de los mismos en el mercado y el reparto de la riqueza generada entre salarios y beneficios. La mirada verde abre esa caja para incorporar las “entradas”, es decir el coste y la sostenibilidad del ritmo de extracción de materia y de energía, y las “salidas” en forma de residuos y contaminación. La economía no se entiende bien si no se incorporan como parte integrante estas cuestiones que ahora se perciben como efectos colaterales del ciclo económico.

Los verdes entendemos que cuando hablamos de descarbonización, de energías limpias, de calidad del aire, de gestión de residuos, de economía circular, de reindustrialización verde, de digitalización… estamos hablando también de economía.

Cuando los verdes miramos el trabajo humano, al contrario de la mirada clásica de derechas e izquierdas, no lo confundimos con el empleo, que no es sino la forma capitalista de organizar una parte del trabajo. Trabajar es poner en acción nuestra capacidad creativa, y el empleo productivo refleja, y lo hace mal, solamente una ínfima parte de esta capacidad humana. El trabajo se entiende mal si no se incorporan las dimensiones de la autorealización y de la contribución al bien común.

Los verdes entendemos que cuando hablamos de la inequidad, la insuficiencia y las desigualdades del salario, del reparto del empleo, de la reducción de la jornada laboral, de la garantía de rentas, de la Renta Básica Universal, de la conciliación, de la revalorización de las tareas reproductivas, de tiempo para disfrutar de lo que nos gusta hacer… estamos hablando también de trabajo.

La mirada verde a lo que se suele entender como medio ambiente, al contrarío de las miradas clásicas, no lo concibe como un lindo cuadro al que mirar de vez en cuando para el éxtasis estético. Sino como la casa común que habita, como el espacio que le permite vivir, ser, desarrollarse y del que forma parte. La humanidad no es más que otra hebra de la trama de la vida. La sociedad humana no se desarrolla al margen de lo natural, sino que depende de ello. Y en cuanto tal no puede concebirse como la administradora (leal o desleal) de un patrimonio que le pertenece, sino como albacea de un testamento que debe legar al futuro.

Por eso, cuando los verdes hablamos de renaturalización, de biodiversidad, de derechos de los animales, de protección del medio ambiente, de bosques, parques naturales y arbolado urbano, de agroecología, de pesticidas, de turismo sostenible… estamos hablando también de lo social.

La ecología política mira a la realidad desde la perspectiva del sentido. Oikos-logos significa “el sentido de la casa”, frente a “oikos-nomos” (raiz etimológica de economía) que habla de las “normas de la casa”, mirada esta que conforma las concepciones políticas clásicas. Se interroga por el sentido y lo encuentra en el cuidado de la vida como el objeto último, como el eje que ha de articular las relaciones, también las sociales. 

No tiene sentido un modelo social en el que lo “oikonomico” articula todo e impone su lógica por encima de todo. Una lógica que nace para ponerse al servicio del cuidado de la vida, pero que termina poniendo esta a su servicio, y por ende al de un pequeño puñado de personas.

No tiene sentido una vida puesta al servicio del empleo (vivir para trabajar), sin tiempo para lo que realmente nos importa y nos hace felices, que produce desigualdades tremendas entre personas, regiones y países, que excluye a un buen porcentaje de gentes, que nos enferma física y psicológicamente; que nos coloca ante el otro como el enemigo o el competidor; y que, a la postre, nos conduce a la destrucción de la casa, y con ella de nosotras.

La propuesta verde se sabe heredera de lo mejor de las diversas tradiciones liberadoras de la humanidad, pero también superadora de algunas de sus visiones que las atrapan en el pasado. La apuesta ecologista propone una nueva manera de mirar, de pensar y de hacer con la capacidad de responder a los viejos y a los nuevos retos de la humanidad. Necesitamos transitar hacia esas formas de mirar, pensar y hacer. Somos tan conscientes de que no es posible hacerlo de un día para otro, como de que o decidimos hacerlo (y por tanto controlamos el proceso), o se impondrá por la fuerza de la interdependencia (con consecuencias incontrolables).

Pedro Fuentes